Toda historia empieza con personas. La mia empezo en el año 2012 con mi hija y conmigo. Nunca pensé que el diagnostico medico de mi hija iba a terminar convirtiendose en una Fundación al servicio de los niños.
Dios siempre es y será el respaldo de nuestro amor por los niños en la Calera, este es el pueblo que acogio a mi familia durante decadas y el lugar al que le debo todo lo que soy, este pueblo lo aprecio con mi corazón.
Nuestro Origen
Recuerdo perfectamente el momento en que escuché por primera vez ese nombre extraño y aterrador: Púrpura Trombocitopénica Idiopática Severa. Mi hija, mi niña, fue diagnosticada con una enfermedad que sonaba a una sentencia.
Los médicos hablaban, pero yo solo sentía cómo el miedo me apretaba el pecho.
Fueron cuatro años de lucha, con madrugadas de oraciones, tratamientos interminables, lágrimas en silencio…
Me dolía el cuerpo de tanto resistir, pero seguía aferrada a la fé.

Un día, sin más respuestas humanas por encontrar, me rendí.
Le entregué a Dios la enfermedad de mi hija, completa, sin condiciones.
Recé una novena como nunca antes había rezado, con el corazón roto, pero con una esperanza inexplicable.
Y entonces, Dios respondió.
Mi hija sanó.
Nunca supe si lloré más de miedo o de gratitud. Solo sé que ese día entendí que cuando todo parece perderse, la fe es un puente invisible que te sostiene sin que lo veas.
Donde empezó la Fundación Semillas de Amor
en diciembre de 2018, decidí salir a entregar mercados en las veredas de La Calera como agradecimiento a Dios por salvar a mi niña.
Ese día conocí a una madre con dificultades cognitivas, recién parida de gemelos. Pocos días después, esa madre me dejó a sus bebés para hacer unas diligencias… y nunca regresó.
La esperé. Todos la esperamos. Pero nadie volvió por esos dos angelitos.
Los tomé en mis brazos sin saber qué vendría después. Solo sabía que el amor no necesita planes cuando el corazón decide actuar.
Junto a mi familia, los acogimos en nuestro hogar.
Acudimos a la comisaria, quien nos otorgo la custodia provicional de los dos chiquitines.
Fueron 12 meses de amor y entrega. Sin embargo, más tarde los llevaría a otros hogares, esos meses con ellos sembraron algo más profundo en mí: un llamado, una misión que aún no comprendía del todo.
Pasé los siguientes dos años trabajando como madre sustituta en el ICBF.
Conocí decenas de niños, cada uno con su historia, con su herida.
Niños que habían vivido más dolor en sus cortos años que muchos adultos en toda una vida.
Soledad. Abandono. Maltrato. Silencios que gritaban.
Y aun así…
Todos ellos, absolutamente todos, tenían una capacidad inmensa para volver a confiar, para buscar amor con la mirada.
Fue entonces cuando empecé a recibir más llamadas. Más madres. Más padres. Más corazones rotos que buscaban un refugio para sus hijos.
Sin darme cuenta, nuestra casa se fue llenando de pasos pequeños, risas tímidas, cuadernos abiertos y oraciones compartidas.





Hoy son más de 40 chiquitines a cargo de nosotros
Un día cualquiera, pero lleno de propósito, entendí lo que Dios me había estado diciendo desde el principio.
El 16 de diciembre del 2021, nació oficialmente la Fundación Semillas de Amor.
No como una idea mía, sino como un acto de obediencia a lo que ya estaba sembrado en mi corazón desde hacía años.
Dios ha sido y será el respaldo eterno de este proyecto.
Él nos ha guiado entre altos y bajos, entre dudas y certezas, entre miedos y milagros.
Gracias a mi familia, a mis amigos, y a cada persona que ha sembrado con amor un granito de arena, hoy seguimos cuidando lo más puro que existe: los niños.
Y si me preguntas cómo se construye una historia como esta, te respondería con el alma:
Con amor, con fe… y con la valentía de no ignorar un llamado que nace del corazón.
La Fundación Semillas de Amor ha florecido en La Calera, Cundinamarca, como un refugio de esperanza y amor para más de 40 niños y niñas de 0 a 12 años y sus familias. Brindamos cuidado, educación, alimentación y apoyo psicológico, fundamentados en el amor de Dios.
Nuestra sede se encuentra en la Vereda Altamar, Zona Las Escuelas, Casa 3, La Calera. Cada contribución, ya sea de tiempo, conocimiento o recursos, es vital para continuar sembrando semillas de amor en las vidas de estos niños.
Si alguna vez has sentido el deseo de marcar una diferencia en la vida de un niño, quizás este sea el momento de actuar.